Cuando evolucionamos de criaturas acuáticas a humanos, olvidamos nuestros orígenes marinos.
A través de la apnea, conectamos con nuestro yo más profundo y redescubrimos nuestro enlace ancestral con el mar.
Al aguantar la respiración, revivimos la experiencia en el útero materno, ya que el mar nos da la bienvenida y nos protege, tal como lo hace una madre con sus hijos.
En el mar nos dejamos envolver por el azul infinito y, al sentir su llamada, descubrimos lo que nos devuelve a sus profundidades cada vez.
Empezar a respirar es como volver a nacer; es el acto de toma de consciencia más profundo.